viernes, 10 de julio de 2009

Como mamá

Me casé muy joven, apenas tenía veinte años luego de cuatro años de novia. Era una linda chica, delgada, con bonitos ojos celestes que cambiaban con la luz al verde o gris, cabello bastante claro y hoyuelos que todavía conservo. En aquella época no era fácil llevar un noviazgo, había que "marcar tarjeta" y estar en casa a las 20,30. a más tardar. Papá era muy estricto, y mamá se apoyaba mucho en él. Los novios llegaban, cenaban, tomaban algo y luego se iban. Los domingos mi novio me abandonaba para ir a ver River, si jugaba de local, y yo me ponía muy mal pues lo vivía como un abandono. No estaba bien visto que una chica fuera sola al cine, pero a veces lo hacía. Luego de la boda, a los 17 meses, nació mi hijo varón y luego de 15 meses mi hija mujer. Ellos lo eran todo para mí. Siempre les digo que el único amor que crece es el que uno siente por los hijos, claro que todavía no lo saben por no haberlo experimentado. Recuerdo siempre cuando, en la soledad de sus dormitorios los abrazaba muy fuerte y les decía: "Cuando vos tengas un hijo, y lo abraces así, como yo te estoy abrazando ahora, recién entonces vas a saber cuánto yo te quiero". Pero claro, la vida, como la muerte, es intransferible, y la mía la viví yo, y la sigo viviendo, ellos vivieron y vivirán la que les toque. Tuve mucho que luchar, y sigo peleando a la vida, pero Dios no da lucha a quien no tiene la fuerza para enfrentarla.

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